Bajo la flecha amarilla no figura logo alguno, ni de
empresas ni de instituciones: su único patrocinador ha sido la solidaridad. Por
eso es una marca sencilla, sin pretensiones, elaborada con pintura barata de un
modesto amarillo. Simplemente está ahí, trazada no se sabe por quién, en todos
aquellos lugares donde los peregrinos corren riesgo de despiste.
Elías Valiña,
cura de O Cebreiro, fue el inventor de la marca, pero lejos de reclamar
derechos de autor, los suyos han recibido como herencia la obligación de
mantener la flecha. Pilar A. Valiña (Sarria, 1955), su sobrina, habla orgullosa
de ese legado: "En sus últimas voluntades, pidió a la familia que nos
encargásemos de la señal". Y así lo hacen, con la colaboración de las
asociaciones de amigos del Camino. A principios de los sesenta, comenzó la
restauración del santuario de Santa María A Real y de la
hospedería."Cuando llegaban muchos peregrinos, se apartaban mesas y sillas
y dormían en el suelo; mi tío Elías acondicionaba también una palloza con paja
por el suelo para poder alojar a más gente, si hacía falta". Los
peregrinos no eran tantos: "Para nosotros eran una novedad, y se les
acogía como a alguien de la familia", recuerda Pilar. "Entonces
teníamos costumbre de no cerrar las puertas de las casas, así que ellos
simplemente entraban". Elías Valiña impulsaba cambios desde la aislada
Pedrafita que se extendían a toda la ruta. En sus conversaciones con los
peregrinos, recibía quejas sobre lo difícil que era no perderse, por lo que
decidió tomar cartas en el asunto.
Compró a bajo precio pintura sobrante de las
obras de señalización de carreteras, cargó los botes en su dos caballos Citroën
y partió hasta Roncesvalles. Luego, desde Saint Jean Pied de Port, regresó por
el Camino Francés, parando en todos aquellos lugares donde uno podía dudar y
tomar la senda equivocada. En ellos, pintaba una flecha amarilla. "Todos
los años había que volver a hacer el viaje para repasar las marcas",
recuerda Pilar, compañera de brocha en estos peregrinajes. Fuente. El País
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